Enrique
Hay personas que con solo verlas
crees que enriquecerán tu vida de una manera espectacular.
Desearás
estar siempre a su lado porque su risa y su locura te engancharán, sin esa
persona todo lo demás te parecerá insustancial, aburrido, gris.
Enrique era de esas personas, un muchacho alegre y a la vez misterioso, siempre rodeado de gente, con muchos proyectos e ideas descabelladas que cuando las explicaba todo el mundo se las creía y le daba la razón por muy ridículo o poco factible fuera.
Él vivía por y para los demás, pero de una manera en la que nosotros no estamos acostumbrados. Necesitaba y buscaba la aprobación, el reconocimiento y la admiración de los otros, amigos, colegas, extraños... si no se sentía valorado cambiaba rápido de círculo, de ciudad, de personaje y se creaba otra historia para impresionar todavía más porque él se debía a su público.
Afortunadamente
a las personas como Enrique las ves venir, al principio te atrapan pero luego
descubres el engaño, el vacío, el circo y das un paso atrás para dejarlas
pasar, para que sigan con su locura en otro lugar.
Pero en verdad no era mal tipo, sólo un embaucador que se creía sus historias de grandeza y siempre andaba pidiendo dinero o abales para sus grandes proyectos, los cuáles nunca se materializaban. Se quedaban en su imaginación y los billetes en sus bolsillos. Se sentía realizado, era feliz.
Una noche Sara no lo vio venir, se lo presentaron en una fiesta y quedó prendada de él.
Esa forma de hablar que parece que no exista nadie más que tú, esa mirada intensa y viva, los gestos para dar énfasis a sus palabras y esa sonrisa tan abierta y tan sincera.
Se enamoró y él se dejó querer pero cuando descubrió que poseía una generosa cantidad de dinero gracias a la herencia de una tía abuela, fue ahí cuando Enrique la empezó Amar de verdad.
Se
amaron tanto que Sara se volcó sólo en él convirtiéndose así en la novia ideal,
creía y apoyaba a Enrique en todas sus locuras y proyectos, siempre estaba de
buen humor y era muy generosa con él. Si tenía una buena idea no iba a ser el
dinero un impedimento para que la llevara a cabo.
A los tres meses de salir, Enrique propuso hacer un viaje a Nuuk
en Groenlandia, quería inspeccionar el lugar para ver qué tipo de negocio se
podría montar allí. Y a Sara le pareció una gran idea, además le apetecía salir
de Sevilla en pleno agosto, por lo que a las pocas horas ya tenían los billetes
comprados, saldrían en dos días para allí.
Era raro que tuviera tanta prisa, además a ella ya no le quedaban
días de vacaciones, por lo que la empresa le pondría pegas dejarla ir.
Así que Enrique la animó a que dejar el trabajo con la promesa de
que a la vuelta ambos buscarían algo mejor.
Y así fue.
Sara dejó el trabajo e hizo lo que le dijo Enrique, que no dijera
nada a nadie y que una vez allí ya llamarían para dar la sorpresa, así se
ahorraría que sus padres se preocuparan por las horas de vuelo.
A los dos días ya se encontraban volando hacia Nuuk, con un
equipaje de mano porque allí ya comprarían toda la ropa que hiciera falta y sin
móviles ni portátiles, a Enrique le ponía nervioso tantos cacharros eléctricos,
así que como mucho sólo la cámara de fotos.
Las seis horas de vuelo no le
sentaron bien a Sara, así que cuando llegaron fueron directos al hotel, a
descansar.
Enrique la trató como una
reina, le preparó un baño de espuma, la ayudó a desnudarse, la metió en la
bañera y le frotó la espalda y le dio un masaje en las sienes para ver si se le
pasaba el dolor de cabeza.
Cuando terminó el baño, se
tumbó con ella en la cama, besándola suavemente el hombro derecho y agradeciéndola
que fuera tan maravillosa y perfecta, mientras Sara iba cerrando los ojos,
Enrique le explicaba cual serían los planes para los siguientes días.
Silencio.
Cuando Sara abrió los ojos, la
habitación estaba a oscuras, le sorprendió el silencio que había. Al encender
la luz se encontró desnuda en una habitación absolutamente sola.
Se levantó alarmada buscando a
Enrique, pero este no estaba, no había rastro del equipaje de mano ni de su
ropa.
Se puso como loca buscando el
bolso, pero este tampoco estaba, ni el monedero, ni el DNI ni las tarjetas de
crédito ¡¡No había nada!!
¿Qué había pasado? Era capaz
Enrique de haberla dejado allí tirada robándole así su fortuna. Claro que era
capaz, de eso y mucho más!
En el espejo del lavabo había
una nota:
“Querida, ya no puedo más con
esta relación, así que disfruta de Nuuk y espero no volverte a ver más.”
Desesperación, rabia y medio
fue lo que Sara sintió.
María CreeyCrea
100 días Escribiendo
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825 palabras.
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